“El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.” Cervantes
Reseñas HdC: ¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?
¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?
Javier Fernández Panadero
¿Qué pasaría si tuviéramos que explicarle a un extraterrestre las cosas que hacemos cada día?
¿Cómo explicarle que unos tiremos comida y otros se mueran de hambre? ¿Qué les pongamos pijamas a los peluches? ¡¿Cómo explicarle lo que es una morcilla?!
Exploraremos juntos un buen puñado de paradojas de nuestra vida cotidiana. Algunas tendrán una explicación razonable, otras surgirán del funcionamiento de nuestra mente o de las particularidades de nuestra cultura y otras… [...]
Al Jardinero Mágico
se le ocurre un modo
de cultivar el cielo.
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imaginaria |
Publicación Libro Abierto - Libros infantiles y juveniles - Consejería de Educación
Una habitación en Babel
Lecturas para vacaciones |
Un año más, en el marco del Programa Escuela, el Centro Internacional del Libro Infantil y Juvenil de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez presenta Lecturas para vacaciones, una selección de lecturas cuyo objetivo es aportar a los mediadores recomendaciones de libros infantiles y juveniles de cara al periodo estival.
La selección está organizada por criterios de edad (desde 3, desde 6, desde 9, desde 12 y desde 14 años), y se compone de cuentos, novelas, libros informativos, álbumes, cómics, de los que se ofrece una descripción bibliográfica y una breve reseña de contenido. Podéis consultarla y descargarla en el siguiente enlace.
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Leer toda la vida
Nº 315 | IMAGINARIA
Detalle de una ilustración de Quint Buchholz para su obra El Libro de los Libros. Historias sobre imágenes (Barcelona, Lumen, 1998).
Por Jorge Accame
—¡Atiza!— dijo Superman.
—¡Cáspita!— exclamó Jaime Olsen.
A los seis años yo aprendía a leer con historietas de superhéroes y vaqueros con nombres raros que hablaban un castellano distinto al que escuchaba todos los días, lleno de expresiones incomprensibles, cuyo significado tenía que estar preguntando constantemente a mis maestros o mis padres. Ahora que lo pienso, en los textos que más me gustaron siempre hubo algo extraño, algo que me alejaba o que me mantenía distante. Los personajes de estas historias eran magníficos. Quiero decir, esta gente volaba, tenía visión de rayos X, superfuerza, o se batía a duelo y sacaba el revólver más rápido que nadie. Ninguna de las personas que yo conocía tenía habilidades siquiera parecidas.
Creo que entre las primeras cosas que me atrajeron de la literatura, una fue su capacidad de fundar un lugar donde todo era posible. Otra fue sin duda la promesa de que algo más iba a pasar. No importaba en qué instancia de la lectura uno estuviera: siempre era lícita la esperanza de que la historia seguía. Y aún después del final, la imaginación continuaba trabajando.
Cuando cumplí diez años alguien me regaló dos libros publicados por Molino, una editorial española, que hoy presumo extinguida. El autor era Richmal Crompton y ambos narraban las aventuras de un niño inglés y terrible llamado Guillermo. Acaso demoré unos meses en decidirme a empezarlos. Sólo sé que cuando lo hice, no pude dejarlos nunca. No deseaba hacer otra cosa sino leer. Me peleaba con mis padres porque no quería ir a comer cuando me llamaban, no quería ir a la escuela, no quería dormir. En pocos días me convertí en un sujeto famélico e insomne que había trazado un plan: leer toda la vida, prolongar al infinito ese placer que me arreciaba como una tormenta.
En las historias de Guillermo encontré algo que jamás había percibido antes. Algo que (después supe) se llamaba estilo. Significaba que aquello que me atraía no era tanto la historia, sino cómo estaba contada. Y que esa manera de narrar tenía que ver con la voluntad y el pulso particulares, únicos, de un autor.
Los años trajeron otros libros. Sin embargo, mi primer amor fue la colección de Guillermo, escrita por el misterioso —o la misteriosa, algunos afirmaban que era el seudónimo de una mujer— Richmal Crompton. Hoy ya no la tengo, la he buscado desesperadamente, pero no he podido recuperarla. Como sucede con todo primer amor, la perdí sin saber cómo. Acaso sea mejor así, aunque el tiempo que pasa la hace tan maravillosa que a veces dudo de que realmente haya existido.
Después de Guillermo, vino la colección Robin Hood. Me deslicé cada noche por los marjales codo a codo con el príncipe valiente, de Harold Foster, y, apretando entre los dientes la hoja de un cuchillo, integré las bandas de piratas malayos de Emilio Salgari (con mayor admiración todavía cuando, algo más tarde, me enteré de que el escritor no había estado en la Malasia y que no había salido nunca de Italia).
En mi decisión de dedicarme a las palabras, seguramente tuvieron que ver tres profesores en la escuela secundaria. Quiero hablar de ellos ahora, porque es mucho lo que les debo e ignoro si habrá una mejor oportunidad para hacerlo. Yo concurría al Colegio del Salvador, en Buenos Aires, que está sobre la avenida Callao. Confieso que toda la primaria había odiado Lengua y cuando ingresé a primer año no planeaba cambiar de sentimiento al respecto. Mi profesor era Alfredo Maxit, un entrerriano despacioso. Sospechando que el tiempo pasaría sin pena ni gloria, un día lluvioso, acomodaba la cabeza entre mis brazos cuando tuve un primer llamado de atención que me advirtió que las cosas podían ser distintas: el profesor leyó “Recuerdo Infantil”, de Antonio Machado:
“Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales…”
Era tan justo todo. Se llevaban tan bien todas las cosas en ese momento —la lluvia en el patio mi colegio, la melancolía que no sé por qué razón siempre me acompañaba, los colores y los sonidos del poema— que mi corazón empezó a seguir un ritmo impensable.
Pero otro día fue, creo yo, el definitivo. Maxit nos leyó “El hombre muerto”, de Horacio Quiroga. No puedo explicar de qué modo se dispusieron las palabras en el aire, sólo recuerdo que tanto estragaron mi alma, que cuando concluyó la lectura, con la respiración agitada, me dije: esto quiero hacer; quiero provocar en otros lo que ha sucedido hoy en mí.
Del segundo profesor conservo unos pocos rasgos: piel oscura, bigotes finos; un apellido, Meyer; la inquietante lectura que hizo en clase de “La lluvia de fuego”, de Leopoldo Lugones, y el legendario trabajo, seductoramente inútil, de haber traducido el Martín Fierro al griego clásico.
Carlos Carlevaro fue mi profesor de quinto año. Una mañana avisó de una prueba escrita que tomaría a la semana siguiente sobre un libro del programa. En el recreo me acerqué a él y le comenté que estaba leyendo Cien años de soledad, y que realmente me costaba mucho sustraerme de la atmósfera hipnótica de Macondo. Él me dijo entonces que olvidara el libro que había pedido e hiciera la prueba sobre el texto de García Márquez. En aquel momento, la propuesta me pareció de gran bondad y condescendencia, hoy me emociona por lo sabia. Trabajando yo mismo como profesor de secundaria, su actitud me ha iluminado siempre para mostrarle a mis alumnos que la literatura sabe mejor cuando se sirve con la libertad y el deseo.
Ingresé a la Facultad de Letras con un solo propósito: hacerme de algunos recursos indispensables para leer y escribir aceptablemente. Sé que fueron años importantes; hoy conservo poco de ellos: un puñado de emociones atadas a algunos textos y la voz de dos o tres profesores queridos. Me recuerdo soberbio e ingenuo, porque todo soberbio lo es, convencido de mis infalibles interpretaciones, escribiendo poemas en las horas de clase. Consideraba a la poesía como la reserva moral de la literatura y me juraba que nunca escribiría otra cosa.
En esa época descubrí poemas que me acompañarían toda la vida.
Uno refrescante de Arquíloco, el griego que por fin se reía de los ideales heroicos de la Ilíada y mostraba una sana marginalidad:
“Uno de los Sai alardea con el hermoso escudo
que a mi pesar abandoné entre los arbustos.
Pero salvé mi vida. ¿Qué me importa del escudo?
Que se vaya al diablo; me compraré otro mejor.”
Uno de Safo, como un melancólico guiño, en donde el ser amado siempre brillaba lejos del alcance de uno:
“Como la manzana más dulce en lo alto enrojece la rama,
alta en la rama más alta: escapó de los recolectores.
No, no escapó; en realidad, no han podido alcanzarla.”
La muerte y la vida, en los leves pero graves versos de Asclepíades:
“Mezquinas tu virginidad. ¿Y para qué?
Yendo al Hades, no encontrarás un solo amante.”
Pese a que una profesora en primer año me había advertido que “la Facultad de Letras no era para quien quería ser escritor”, en 1979 yo terminaba mis estudios y me sentía bastante conforme. En esos últimos tramos leí un autor que, creo, fue determinante para mi vida: el peruano José María Arguedas. En Los ríos profundos, en el primer capítulo, hay un párrafo que describe el Muro del Inca:
“Toqué las piedras con mis manos; seguí la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques de roca. En la oscura calle, en el silencio, el muro parecía vivo, sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado.
(…)
—Papá —le dije—. Cada piedra habla. Esperemos un instante.
—No oiremos nada. No es que hablan. Estás confundido. Se trasladan a tu mente y desde allí te inquietan.
—Cada piedra es diferente. No están cortadas. Se están moviendo.
Me tomó del brazo.
—Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.
—Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas.
Abracé a mi padre. Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro.”
Por primera vez, sentía a todo un pueblo en una sola voz, original y estéticamente sólida. Por primera vez en un texto no me molestaban los diminutivos y los signos de admiración, a los que había mirado siempre con desconfianza. Pero había algo más: en Los ríos profundos, el castellano se fusionaba con el quechua y producía una música desgarradora y honda, tierna y dolorosa. El castellano traducía las emociones del quechua y el quechua traducía al castellano y paradójicamente ambos eran auténticos. En 1980 viajé a Jujuy, la provincia argentina donde mejor percibía los ecos del Cuzco. Buscaba esa luz milagrosa con que me habían bañado las palabras de Arguedas. Encontré un pequeño resplandor, como un rescoldo. Lo encontré o imaginé que lo encontraba y me afinqué en San Salvador, aparentemente para quedarme. Buscaba además un tiempo para leer y escribir que no podía siquiera concebir viviendo en Buenos Aires. Lo encontré también, aunque no podría definir en qué consistía ese tiempo: en Jujuy llegué a tener más de diez horas de clase por día.
Saldé algunas deudas de lectura y contraje otras que, espero, algún día pagaré. Y preferí por muchos años, acaso sensible a un parco destino nacional, los cuentos a las novelas. Creo que siempre recuerdo en algún momento del día, en algún nivel de mi conciencia, “Los venenos” y “La noche boca arriba”, de Julio Cortázar; “La intrusa” y “El Sur”, de Jorge Luis Borges; “La sierva ajena”, de Adolfo Bioy Casares; “El desierto”, de Horacio Quiroga; o “Un horizonte de cemento” y “Kid Ñandubay”, de Bernardo Kordon. Ciertos textos ya forman parte de uno. Es difícil pensarse a sí mismo sin ellos. Están en nuestras miradas, en nuestros gestos, en nuestra manera de amar y de odiar, porque estamos hechos de palabras, y muchas de las palabras más intensas que hemos aprendido provienen de la literatura.
La lluvia no es lo que era para mí, después de leer el soneto de Borges que dice:
“Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.”
O quizá yo sospechaba en mi angustia que la lluvia era cosa del pasado, pero no tenía la certeza. Desde que escuché escritas las palabras maravillosas, es una verdad absoluta; lo sé porque cada vez que leo ese soneto me cuesta cerrar el libro y despedirme de él. Una verdad parecida a la que alude Eugenio Montale en el susurro de su poema “Los limones”:
“Ves, en estos silencios en que las cosas
se abandonan y parecen cercanas
a traicionar su último secreto,
entonces acaso se espera
descubrir una equivocación de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo a desenredar que finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.”
descubrir una equivocación de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo a desenredar que finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.”
Tampoco nada es lo que era, desde que leí “Los mares del Sud”, de Cesare Pavese. La historia de todos los hombres parece llegar mansamente a nuestros cuerpos como las olas de todos los mares:
“Pero cuando le digo
que él es de los afortunados que han visto la aurora
sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe al recordar y responde que el sol
se alzaba cuando el día ya era viejo para ellos”
se alzaba cuando el día ya era viejo para ellos”
Pienso que acaso no he sido un lector de muchos libros; pero he leído unos cuantos, intensamente. Sin embargo, a medida que transcurro en este oficio, me pregunto cada vez con mayores dudas si existe una diferencia real entre la lectura y la escritura. Y si el lector no está escribiendo su propia historia al correr sobre las palabras que ha dejado el escritor, como quien corre sobre las viejas piedras que se asoman en la superficie de un lago. Porque posiblemente el escritor haya armado ese camino de piedras, al pasar sobre las que dejó algún otro.
Libro de la vida con mariposas
UN PASEO POR LA HISTORIA DE LA LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL ITALIANA
Aprovechando que Italia es el país invitado en la Feria del Libro de Madrid 2012 (verfirmas LIJ), voy a hacer un recorrido por las principales figuras literarias "lijeras" de dicho país hasta llegar a los más conocidos en la actualidad.
[...] blogspot
La bicicleta epipléjica
IMAGINARIA Nº 314 | Reseñas de libros
La bicicleta epipléjica
Ilustraciones del autor.
Traducción de Marcial Souto.
Barcelona-Madrid, Libros del Zorro Rojo, 2010.
por Marcela Carranza
“Escribo de modo que, dado que dejo de lado la mayoría de las conexiones, y muy pocas cosas están claramente explicadas, pueda sentir que estoy haciendo un daño mínimo a las posibilidades que pudieran surgir en la mente del lector.”
Edward Gorey
Edward Gorey (1825-2000) es un artista que construye su obra a partir de la convivencia en la página entre la palabra y la imagen; un norteamericano de la segunda mitad del siglo XX que nos recuerda el siglo XIX británico en sus escenas, dramas y personajes; un artista cuyas ilustraciones en tinta se asemejan a los antiguos dibujos y grabados, remontándonos a Gustave Doré, John Tenniel o incluso Goya.
Sus libros no parecen libros para adultos, tampoco libros para niños. [...]
Yo confieso
de Begoña Oro
–Padre, confieso que he pecado. El otro día…
–Cuenta, hija, cuenta.
–El otro día vi un partido de fútbol con mi hijo.
–Mujer, que ver la tele no es pecado. Que los lectores también lo hacen. ¡Y los escritores! Si no fuera por el secreto de confesión, si yo te contara…
–Lo sé, padre, lo sé. Pero no, que no era por la tele, que era en directo. Un partido en el colegio de mi hijo.
–El fútbol tampoco es pecado, que pareces una campaña institucional de fomento de la lectura de esas que da a elegir entre leer o ver la tele / hacer deporte / jugar a videojuegos / ser guay.
–Ya, padre, que no es eso, es que es mucho peor.
–Dime.
–Es que era un partido entre niños de Primaria de dos colegios distintos, y en el campo, entre todos aquellos canijos emergía como Goliat un árbitro cuarentón sobrado de carnes y falto de pelo: el árbitro. Y mientras corría de un lado a otro sudando la gota gorda, yo… yo…
–¿Sí?
–Yo… sentí lástima de él.
–¡Cielos!
–Ya. Lo confieso. Lo vi ahí, y me lo imaginé con menos años con sus aspiraciones de pitar en La Romareda, en el Bernabéu, en el Maracaná, ante cien mil espectadores, poniendo en su sitio -tarjeta va, tarjeta viene- a esos niñatos que cobran salarios de ocho dígitos. Y sin embargo, ahí estaba, rodeado de un montón de criaturas que apenas sabían distinguir un fuera de juego.
–¡Ah! ¡Tanto reclamar, tanto reclamar! Que si escribir para niños y jóvenes es tan importante o más que escribir para adultos, que si se merecen lo mejor, que si es aún más difícil escribir para ellos… ¡Pues no es poco difícil arbitrar un partido de esos! ¡Que un Mourinho es un gatito de peluche comparado con el padre de un aspirante a Messi que siente que no han tratado con justicia a su niño! ¿Y no se merecen esos pequeños futbolistas una recta justicia y un arbitraje profesional? ¿Eh? ¿Eh?
–Ya, padre, no me torture más, que no dejo de pensar en ello. Con la de veces que lo he dicho yo.
–Bueno, hija, en penitencia tendrás que leer diez veces el artículo Fútbol es fútbol de Jorge Gómez Soto.
–Ay, padre, que ya me lo he leído y me gusta mucho. Dígame otra cosa que me mortifique más.
–Pues… este fin de semana, a escuchar Carrusel deportivo.
–¿Entero, padre?
–Entero.
–Y sin hacer otra cosa mientras tanto, que nos conocemos.
–¡Ay, padre!
–Ego te absolvo…
Libros recibidos
Ediciones Iamiqué
Telefax: (54 11) 4779 0809 / 4775 8677
Email: info@iamique.com.ar / ventas@iamique.com.ar
Web: www.iamique.com.ar
Un paseo matemático por el museo. ¿Cómo se relacionan las matemáticas y el arte?
Grupo Majungmul (texto) y Yoon-Chu KIM (ilustraciones)
Adaptación de diseño: Javier Basile.
Traducción de Alejandro Kim.
Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2011. Colección MateCuentos.
“Una visita al museo permite descubrir cómo se relacionan las matemáticas y el arte. ¿Qué figuras planas utilizaba Kandinsky? ¿Cómo jugaba Picasso con los ángulos y las direcciones? ¿Cómo hacía Magritte para simular distancia y profundidad? Obras de grandes artistas sirven como excusa para aprender sobre puntos, líneas, planos, figuras, perspectiva, simetría y mucho más. Con divertidas actividades para poner en juego todo lo aprendido. Este libro, en su versión original en coreano, recibió una mención en el Bologna Ragazzi Award 2009.”
(Texto extraído de la contratapa del libro.)
Vitamina, ¿dónde estás?Carla Baredes e Ileana LotersztainIlustraciones de Luciana Fernández.Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2012. Colección Pura vida.
“Imágenes divertidas y originales, construidas íntegramente con alimentos, invitan a descubrir qué son y para qué sirven las vitaminas. Una propuesta para que los más pequeños aprendan a alimentarse de forma variada y saludable.”
(Texto extraído de la contratapa del libro .)
Química hasta en la sopaSilvana Fucito e Ileana LotersztainIlustraciones de Pablo Picyk.Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2011. Colección Sopa de Ciencias.
“¿En qué se parecen un lápiz y un diamante? ¿Cómo funciona el airbag? ¿Por qué se va el gas de las gaseosas? ¿Por qué lloramos cuando cortamos cebollas? ¿Qué tienen de especial las telas deportivas? La química está presente en gran parte de las actividades que haces a diario y es una disciplina fascinante. Acompaña a Silvana y a Marina en su ‘día a pura química’ y descúbrelo por ti mismo.”
(Texto extraído de la contratapa del libro .) [...}
Maurice Sendak
Sin él, habría un enorme vacío en la literatura y la ilustración, y tal vez todas las rebeldías de los niños aún seguirían escondidas.
Una biblioteca para los niños del mundo childrenslibrary
BLOG DOCENTE DE LENGUA
El blog Memorias de la Vieja ha sido desarrolado por una docente de Lengua en Venezuela Dileyda Azuaje, para trabajar con sus alumnos en diferentes niveles. En Latinoamérica se están multiplicando este tipo de experiencia a partir de las políticas de reducción de la brecha digital que permiten acceder a tecnologías de comunicación a muchos niños.
Cuentos por teléfono
Autor: RODARI, Gianni
Ilustrador: URBERUAGA, Emilio
Se trata de una nueva edición de este clásico de la Literatura Infantil y Juvenil, cuya vigencia y actualidad no decae desde que en 1993 vio la luz por primera vez.
El título tiene que ver con las vicisitudes de un señor que se gana la vida como viajante de comercio y pasa seis días de la semana fuera de casa, y la exigencia de su pequeña hija, que no puede conciliar el sueño si su padre no le cuenta un cuento cada noche. libroabierto
Tuerto, maldito y enamorado
Autora: HUERTAS, Rosa
Editorial: Edelvives, 2010
X Premio Alandar
Tras esta ilustración tan inquietante, evocadora más bien de una historia de terror, y el título, tan confuso como poco atractivo, surge una sorprendente novela de intriga y amor. ....libroabierto
DOCUMENTOS DE ANIMACIÓN A LA LECTURA CUADERNODEJORGEPEDROSA2
El secreto del huevo azul.
Cadena de preguntas: Gonzalo Moure a Mónica Rodríguez
cadena-de-preguntas
Los Juegos del Hambre, Suzanne Collins
Últimamente están apareciendo bastantes títulos de ciencia-ficción para jóvenes; aunque no se publicitan abiertamente como novelas de ciencia-ficción, sino que se incluyen dentro del cajón de sastre de lo fantástico (que hay quien opina que son lo mismo, y hay quien opina que no), lo cierto es que muchas de ellas nos presentan futuros poco halagüeños o nos hablan de los peligros de alguna tecnología aún por desarrollar (otro día hablaré de la serie Uglies, una de mis favoritas). Hoy quiero reseñar Los Juegos del Hambre, uno de los títulos de ciencia-ficción juvenil publicados recientemente.
Se desarrolla en un futuro en el que los Estados Unidos han desaparecido como país,
lij-jg
Quizás mañana la palabra amor Jordi Sierra i Fabrade June Seventeen
Si te interesa entrar en materia, puedes leer AQUÍ el primer capítulo.
Todos los días, nuestro camino se cruza con el de personas a las que quizás no volvamos a ver jamás pero que, aun así, pueden cambiar nuestra vida para siempre. Para bien... y para mal.
¿Qué pasa cuando vuelves a encontrarlas?
Jordi Sierra i Fabra es uno de los autores más reconocidos de la literatura infantil y juvenil. Ha ganado numerosos premios a lo largo de su carrera literaria, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja o el Premio Gran Angular hasta en tres ocasiones.
Incluso, tiene su propio Premio, el Premio Jordi Sierra i Fabra de Literatura para Jóvenes, pero esta vez es él -a través de su Fundación- quien premia la creación literaria de jóvenes autores.
En Quizás mañana la palabra amor, el lector se reencontrará con los personajes que dan segundas oportunidades al amor, a la vida... con sentimientos universales como la rabia, el dolor, el odio, el miedo, la pasión... pero también con la esperanza, el amor, el mañana y la superación...
Los instantes perfectos
Autora: ALONSO, Ilustraciones: ALLÉN, Raúl Editorial : Oxford, 2.011Páginas: 175 ISBN: 978-84-673-5414-0
Edad recomendada: A partir de 10 años
Cuando sea mayor Cecilia quiere ser ladrona de guante blanco.
Flicts
Palabras envenenadas
Esta obra recibió el Premio Edebé de Literatura Juvenil en 2010 y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2011. Ambos premios son bien merecidos. Maite Carranza ha escrito una obra densa, difícil, atrevida y, además, sobrecogedora.
El abuso de menores es un tema tabú que suele tratarse en determinadas circunstancias y, la mayoría de las veces, se pasa de puntillas por él, sobre todo en el campo de la literatura infantil y juvenil.
- LOS JUEGOS DEL HAMBRE, de Suzanne Collins (Molino)
- SINSAJO, de Suzanne Collins (Molino)
- EN LLAMAS, de Suzanne Collins (Molino)
- CAZADORES DE SOMBRAS. LOS ORÍGENES 2. PRÍNCIPE MECÁNICO, de Cassandra Clare (Destino)
- DONDE LOS ÁRBOLES CANTAN, de Laura Gallego (S.M)
- HERMOSO CAOS, de Kami García (Espasa)
- NIGHT SCHOOL, TRAS LOS MUROS DE CIMMERIA, de C.J. Daugherty (Alfaguara)
- JUNTOS. CAMINOS CRUZADOS, de Ally Condie (Montena)
- AMANECER, de Stephenie Meyer (Punto de Lectura)
- LATIDO, de Amanda Hocking (Destino)
- AGUAS OSCURAS, de Claudia Gray (Montena)
- HIJA DE HUMO Y HUESO, de Laini Taylor (Alfaguara)
Autores juveniles en Estados Unidos de Guillermo G. Lapresa
CONSULTA DE AUTORES NACIONALES Y EXTRANJEROS
Largo recorrido de Marinella Terzi
Con motivo de la aparición de una nueva novela
Bolognaragazzi Award 2012de jg
Aunque la Feria del libro infantil de Bolonia acabó el mes pasado, no quería olvidarme de sus premios y menciones especiales.
FICCIÓN
Ganador
Ganador
Le secret d’orbae, texto e ilustraciones de François Place
Menciones especiales
Saltimbanques, texto de Marie Desplechin e ilustraciones de Emmanuelle Houdart
The secret river, texto de Marjorie Kinnan Rawlings e ilustraciones de Leo & Diane Dillon
NO FICCIÓN
Ganador
Wszystko Gra, texto de Anna Czerwińska – Rydel e ilustraciones de Marta Ignerska
Menciones especiales
Masques, texto de Danielle Védrinelle e ilustraciones de Paul Rouillac
Orani: my fathers's village, texto e ilustraciones de Claire A. Nivola
Lineup for yesterday, texto de Ogden Nash e ilustraciones de C.F. Payne
NEW HORIZONS
Ganador
Migrar, texto de José Manuel Mateo e ilustraciones de Javier Martínez Pedro
Menciones especiales
Misunderstanding, texto de Farideh Khalatbaree e ilustracioens de Ali Boozari
Waterlife, texto e ilustraciones de Rambharos Jha
OPERA PRIMA
Ganador
Tabati, texto de Nadine R. L. Touma e ilustraciones de Lara Assouad Khoury
Menciones especiales
Drôle d'oiseau, texto e ilustraciones de Jennifer Yerkes
Good little wolf, texto e ilustraciones de Nadia Shireen
Grimmie's white canvas, texto e ilustraciones de Lee, Hyeon-ju
El diario violeta de Carlota
18 abril, 2012
Publicación: Editorial El Aleph
ISBN: 978-84-7669-928-7
Público: de 14 en adelante
El tiempo lo cura todo, pero la memoria no abandona. de Eva Rubio (Cirial)
Los extraordinarios secretos de April, May y June de Robin Benway de June Seventeen novelasypalomitas
Quizás mañana la palabra amor Jordi Sierra i Fabra
de June Seventeen novelasypalomitas
La absolución de Bourne Eric Van Lustbader
novelasypalomitas June Seventeen
Novedades Abril 2012 eltemplodelasmilpuertas
Cien mil millones de poemas
PININ CARPI. LA ISLA DE LOS CUADRADOS MÁGICOS.
lepisma
Nada
3 marzo, 2012
Público: 12 en adelante libroabiertoJACKELINE DE BARROS
Palabras de Federico
5 marzo, 2012
Ilustraciones: RODRÍGUEZ, Goyo
Publicación: Madrid, Grupo Anaya S.A., 2012
ISBN: 978-84-678-2876-4
Público: 2º ciclo de primarialibroabiertoELÍAS MORENO
'La muerte no
es un juego de niños' de Alan Bradley
papelenblanco SARAH MANZANO
Cuando los hombres creyeron ser dioses cepronda
GUÍA DE LECTURA: DISCAPACIDAD
quetecuentasbiblioteca
Diez cosas que hicimos (y que probablemente no deberíamos haber hecho), de Sarah Mlynowski de Guillermo G. Lapresa
April tiene un problema muy gordo:
La modelo descalza
NOVEDADES LIBRO ABIERTO. cepronda
LA FANTÁSTICA HISTORIA DE LOS LIBROS VOLADORES
El libro de los cerdos Autor: BROWNE, Anthony
LITERATURA INFANTIL - JUVENIL/
Alvarez. PREMIO ANAYA
"Aún te quedan ratones por cazar" blog.anayainfantilyjuvenil
E-BOOKS. Documenta Nº 20 FGSR
SELECCION DE LIBROS 2011 SOL LOMAS fundaciongsr
LITERATURA JUVENIL eltemplodelasmilpuertas
ESPACIO DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL edelij
MÁS QUE LIBROS BIBLIOTECA JUAN LEIVA
LITERATURA JUVENIL. Autores
Escritores e Ilustradores LiJ
- Adriana Keselman
- Aidan Chambers
- Alex Gross
- Ana María Machado
- Angela Lago
- Antonie de Saint Exupery
- Arnal Ballester
- Beatriz Ferro
- Benjamin Lacombe
- Bett
- Cecilia Afonso Esteves
- Chris Van Allsburg
- Elsa Bornemann
- Esteban Alfaro
- Foro de Ilustradores de LiJ
- Gianni Rodari
- Gustavo Aimar
- Istvansch
- J. K. Rowling
- Jacques Despres
- Joel Franz Rosell
- Jose Sanabria
- Juan Pablo Caro
- Katherine Paterson
- Lauren Child
- Luis Pescetti
- Maria Teresa Andruetto
- Maria Wernicke
- Mariano Díaz Prieto
- María Elena Walsh
- Monteiro Lobato
- Montse Gisbert
- Natascha Rosenberg
- Organicfields
- Poly Bernatene
- Roald Dahl
- Ruth Rocha
- Tomie de Paola
LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL.
Listado de portales, organizaciones, revistas, autores...etc.
Portales LIJ
- Al·lots – El petit príncep
- Biblioteca Nacional del Maestro (Arg)
- Biblioteca virtual de LiJ (Esp)
- Bienvenidos a la Fiesta
- ClijCat
- Club Kirico
- Curiosa mirada
- Darabuc (lieratura infantil e ilustración)
- El Mangrullo
- FCE y UAM
- GRETEL (UAB)
- GRETEL Gupo de Investigación
- Guía de Letras
- Lectura Viva (Chile)
- Libroadicto-Jóvenes recomiendan
- Literatura infantil y juvenil actual
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- Mediadores, Livros e Leitores
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- Servicio de Orientación de Lectura
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- Cero en conducta
- Club Kiriko
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- La casa de Tomasa
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- Banco de recursos. Educarex
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- Educ@conTIC
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- El huevo de chocolate
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Reseñas HdC: ¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?
¿Cómo le explico esto a un extraterrestre?
Javier Fernández Panadero
¿Qué pasaría si tuviéramos que explicarle a un extraterrestre las cosas que hacemos cada día?
¿Cómo explicarle que unos tiremos comida y otros se mueran de hambre? ¿Qué les pongamos pijamas a los peluches? ¡¿Cómo explicarle lo que es una morcilla?!
Exploraremos juntos un buen puñado de paradojas de nuestra vida cotidiana. Algunas tendrán una explicación razonable, otras surgirán del funcionamiento de nuestra mente o de las particularidades de nuestra cultura y otras… [...]
hablandodeciencia
Al Jardinero Mágico
se le ocurre un modo
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imaginaria |
Una habitación en Babel
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Lecturas para vacaciones |
Un año más, en el marco del Programa Escuela, el Centro Internacional del Libro Infantil y Juvenil de la Fundación Germán Sánchez Ruipérez presenta Lecturas para vacaciones, una selección de lecturas cuyo objetivo es aportar a los mediadores recomendaciones de libros infantiles y juveniles de cara al periodo estival.
La selección está organizada por criterios de edad (desde 3, desde 6, desde 9, desde 12 y desde 14 años), y se compone de cuentos, novelas, libros informativos, álbumes, cómics, de los que se ofrece una descripción bibliográfica y una breve reseña de contenido. Podéis consultarla y descargarla en el siguiente enlace.
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cilij.fundaciongsr
Leer toda la vida
Nº 315 | IMAGINARIA
Detalle de una ilustración de Quint Buchholz para su obra El Libro de los Libros. Historias sobre imágenes (Barcelona, Lumen, 1998).
Por Jorge Accame
—¡Atiza!— dijo Superman.
—¡Cáspita!— exclamó Jaime Olsen.
—¡Cáspita!— exclamó Jaime Olsen.
A los seis años yo aprendía a leer con historietas de superhéroes y vaqueros con nombres raros que hablaban un castellano distinto al que escuchaba todos los días, lleno de expresiones incomprensibles, cuyo significado tenía que estar preguntando constantemente a mis maestros o mis padres. Ahora que lo pienso, en los textos que más me gustaron siempre hubo algo extraño, algo que me alejaba o que me mantenía distante. Los personajes de estas historias eran magníficos. Quiero decir, esta gente volaba, tenía visión de rayos X, superfuerza, o se batía a duelo y sacaba el revólver más rápido que nadie. Ninguna de las personas que yo conocía tenía habilidades siquiera parecidas.
Creo que entre las primeras cosas que me atrajeron de la literatura, una fue su capacidad de fundar un lugar donde todo era posible. Otra fue sin duda la promesa de que algo más iba a pasar. No importaba en qué instancia de la lectura uno estuviera: siempre era lícita la esperanza de que la historia seguía. Y aún después del final, la imaginación continuaba trabajando.
Cuando cumplí diez años alguien me regaló dos libros publicados por Molino, una editorial española, que hoy presumo extinguida. El autor era Richmal Crompton y ambos narraban las aventuras de un niño inglés y terrible llamado Guillermo. Acaso demoré unos meses en decidirme a empezarlos. Sólo sé que cuando lo hice, no pude dejarlos nunca. No deseaba hacer otra cosa sino leer. Me peleaba con mis padres porque no quería ir a comer cuando me llamaban, no quería ir a la escuela, no quería dormir. En pocos días me convertí en un sujeto famélico e insomne que había trazado un plan: leer toda la vida, prolongar al infinito ese placer que me arreciaba como una tormenta.
En las historias de Guillermo encontré algo que jamás había percibido antes. Algo que (después supe) se llamaba estilo. Significaba que aquello que me atraía no era tanto la historia, sino cómo estaba contada. Y que esa manera de narrar tenía que ver con la voluntad y el pulso particulares, únicos, de un autor.
Los años trajeron otros libros. Sin embargo, mi primer amor fue la colección de Guillermo, escrita por el misterioso —o la misteriosa, algunos afirmaban que era el seudónimo de una mujer— Richmal Crompton. Hoy ya no la tengo, la he buscado desesperadamente, pero no he podido recuperarla. Como sucede con todo primer amor, la perdí sin saber cómo. Acaso sea mejor así, aunque el tiempo que pasa la hace tan maravillosa que a veces dudo de que realmente haya existido.
Después de Guillermo, vino la colección Robin Hood. Me deslicé cada noche por los marjales codo a codo con el príncipe valiente, de Harold Foster, y, apretando entre los dientes la hoja de un cuchillo, integré las bandas de piratas malayos de Emilio Salgari (con mayor admiración todavía cuando, algo más tarde, me enteré de que el escritor no había estado en la Malasia y que no había salido nunca de Italia).
En mi decisión de dedicarme a las palabras, seguramente tuvieron que ver tres profesores en la escuela secundaria. Quiero hablar de ellos ahora, porque es mucho lo que les debo e ignoro si habrá una mejor oportunidad para hacerlo. Yo concurría al Colegio del Salvador, en Buenos Aires, que está sobre la avenida Callao. Confieso que toda la primaria había odiado Lengua y cuando ingresé a primer año no planeaba cambiar de sentimiento al respecto. Mi profesor era Alfredo Maxit, un entrerriano despacioso. Sospechando que el tiempo pasaría sin pena ni gloria, un día lluvioso, acomodaba la cabeza entre mis brazos cuando tuve un primer llamado de atención que me advirtió que las cosas podían ser distintas: el profesor leyó “Recuerdo Infantil”, de Antonio Machado:
“Una tarde parda y fría
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales…”
de invierno. Los colegiales
estudian. Monotonía
de lluvia tras los cristales…”
Era tan justo todo. Se llevaban tan bien todas las cosas en ese momento —la lluvia en el patio mi colegio, la melancolía que no sé por qué razón siempre me acompañaba, los colores y los sonidos del poema— que mi corazón empezó a seguir un ritmo impensable.
Pero otro día fue, creo yo, el definitivo. Maxit nos leyó “El hombre muerto”, de Horacio Quiroga. No puedo explicar de qué modo se dispusieron las palabras en el aire, sólo recuerdo que tanto estragaron mi alma, que cuando concluyó la lectura, con la respiración agitada, me dije: esto quiero hacer; quiero provocar en otros lo que ha sucedido hoy en mí.
Del segundo profesor conservo unos pocos rasgos: piel oscura, bigotes finos; un apellido, Meyer; la inquietante lectura que hizo en clase de “La lluvia de fuego”, de Leopoldo Lugones, y el legendario trabajo, seductoramente inútil, de haber traducido el Martín Fierro al griego clásico.
Carlos Carlevaro fue mi profesor de quinto año. Una mañana avisó de una prueba escrita que tomaría a la semana siguiente sobre un libro del programa. En el recreo me acerqué a él y le comenté que estaba leyendo Cien años de soledad, y que realmente me costaba mucho sustraerme de la atmósfera hipnótica de Macondo. Él me dijo entonces que olvidara el libro que había pedido e hiciera la prueba sobre el texto de García Márquez. En aquel momento, la propuesta me pareció de gran bondad y condescendencia, hoy me emociona por lo sabia. Trabajando yo mismo como profesor de secundaria, su actitud me ha iluminado siempre para mostrarle a mis alumnos que la literatura sabe mejor cuando se sirve con la libertad y el deseo.
Ingresé a la Facultad de Letras con un solo propósito: hacerme de algunos recursos indispensables para leer y escribir aceptablemente. Sé que fueron años importantes; hoy conservo poco de ellos: un puñado de emociones atadas a algunos textos y la voz de dos o tres profesores queridos. Me recuerdo soberbio e ingenuo, porque todo soberbio lo es, convencido de mis infalibles interpretaciones, escribiendo poemas en las horas de clase. Consideraba a la poesía como la reserva moral de la literatura y me juraba que nunca escribiría otra cosa.
En esa época descubrí poemas que me acompañarían toda la vida.
Uno refrescante de Arquíloco, el griego que por fin se reía de los ideales heroicos de la Ilíada y mostraba una sana marginalidad:
“Uno de los Sai alardea con el hermoso escudo
que a mi pesar abandoné entre los arbustos.
Pero salvé mi vida. ¿Qué me importa del escudo?
Que se vaya al diablo; me compraré otro mejor.”
que a mi pesar abandoné entre los arbustos.
Pero salvé mi vida. ¿Qué me importa del escudo?
Que se vaya al diablo; me compraré otro mejor.”
Uno de Safo, como un melancólico guiño, en donde el ser amado siempre brillaba lejos del alcance de uno:
“Como la manzana más dulce en lo alto enrojece la rama,
alta en la rama más alta: escapó de los recolectores.
No, no escapó; en realidad, no han podido alcanzarla.”
alta en la rama más alta: escapó de los recolectores.
No, no escapó; en realidad, no han podido alcanzarla.”
La muerte y la vida, en los leves pero graves versos de Asclepíades:
“Mezquinas tu virginidad. ¿Y para qué?
Yendo al Hades, no encontrarás un solo amante.”
Yendo al Hades, no encontrarás un solo amante.”
Pese a que una profesora en primer año me había advertido que “la Facultad de Letras no era para quien quería ser escritor”, en 1979 yo terminaba mis estudios y me sentía bastante conforme. En esos últimos tramos leí un autor que, creo, fue determinante para mi vida: el peruano José María Arguedas. En Los ríos profundos, en el primer capítulo, hay un párrafo que describe el Muro del Inca:
“Toqué las piedras con mis manos; seguí la línea ondulante, imprevisible, como la de los ríos, en que se juntan los bloques de roca. En la oscura calle, en el silencio, el muro parecía vivo, sobre la palma de mis manos llameaba la juntura de las piedras que había tocado.
(…)
—Papá —le dije—. Cada piedra habla. Esperemos un instante.
—No oiremos nada. No es que hablan. Estás confundido. Se trasladan a tu mente y desde allí te inquietan.
—Cada piedra es diferente. No están cortadas. Se están moviendo.
Me tomó del brazo.
—Dan la impresión de moverse porque son desiguales, más que las piedras de los campos. Es que los incas convertían en barro la piedra. Te lo dije muchas veces.
—Papá, parece que caminan, que se revuelven, y están quietas.
Abracé a mi padre. Apoyándome en su pecho contemplé nuevamente el muro.”
Por primera vez, sentía a todo un pueblo en una sola voz, original y estéticamente sólida. Por primera vez en un texto no me molestaban los diminutivos y los signos de admiración, a los que había mirado siempre con desconfianza. Pero había algo más: en Los ríos profundos, el castellano se fusionaba con el quechua y producía una música desgarradora y honda, tierna y dolorosa. El castellano traducía las emociones del quechua y el quechua traducía al castellano y paradójicamente ambos eran auténticos. En 1980 viajé a Jujuy, la provincia argentina donde mejor percibía los ecos del Cuzco. Buscaba esa luz milagrosa con que me habían bañado las palabras de Arguedas. Encontré un pequeño resplandor, como un rescoldo. Lo encontré o imaginé que lo encontraba y me afinqué en San Salvador, aparentemente para quedarme. Buscaba además un tiempo para leer y escribir que no podía siquiera concebir viviendo en Buenos Aires. Lo encontré también, aunque no podría definir en qué consistía ese tiempo: en Jujuy llegué a tener más de diez horas de clase por día.
Saldé algunas deudas de lectura y contraje otras que, espero, algún día pagaré. Y preferí por muchos años, acaso sensible a un parco destino nacional, los cuentos a las novelas. Creo que siempre recuerdo en algún momento del día, en algún nivel de mi conciencia, “Los venenos” y “La noche boca arriba”, de Julio Cortázar; “La intrusa” y “El Sur”, de Jorge Luis Borges; “La sierva ajena”, de Adolfo Bioy Casares; “El desierto”, de Horacio Quiroga; o “Un horizonte de cemento” y “Kid Ñandubay”, de Bernardo Kordon. Ciertos textos ya forman parte de uno. Es difícil pensarse a sí mismo sin ellos. Están en nuestras miradas, en nuestros gestos, en nuestra manera de amar y de odiar, porque estamos hechos de palabras, y muchas de las palabras más intensas que hemos aprendido provienen de la literatura.
La lluvia no es lo que era para mí, después de leer el soneto de Borges que dice:
“Bruscamente la tarde se ha aclarado
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.”
porque ya cae la lluvia minuciosa.
Cae o cayó. La lluvia es una cosa
que sin duda sucede en el pasado.”
O quizá yo sospechaba en mi angustia que la lluvia era cosa del pasado, pero no tenía la certeza. Desde que escuché escritas las palabras maravillosas, es una verdad absoluta; lo sé porque cada vez que leo ese soneto me cuesta cerrar el libro y despedirme de él. Una verdad parecida a la que alude Eugenio Montale en el susurro de su poema “Los limones”:
“Ves, en estos silencios en que las cosas
se abandonan y parecen cercanas
a traicionar su último secreto,
entonces acaso se espera
descubrir una equivocación de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo a desenredar que finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.”
se abandonan y parecen cercanas
a traicionar su último secreto,
entonces acaso se espera
descubrir una equivocación de la Naturaleza,
el punto muerto del mundo, el eslabón perdido,
el hilo a desenredar que finalmente nos ponga
en el centro de una verdad.”
Tampoco nada es lo que era, desde que leí “Los mares del Sud”, de Cesare Pavese. La historia de todos los hombres parece llegar mansamente a nuestros cuerpos como las olas de todos los mares:
“Pero cuando le digo
que él es de los afortunados que han visto la aurora
sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe al recordar y responde que el sol
se alzaba cuando el día ya era viejo para ellos”
que él es de los afortunados que han visto la aurora
sobre las islas más bellas de la tierra,
sonríe al recordar y responde que el sol
se alzaba cuando el día ya era viejo para ellos”
Pienso que acaso no he sido un lector de muchos libros; pero he leído unos cuantos, intensamente. Sin embargo, a medida que transcurro en este oficio, me pregunto cada vez con mayores dudas si existe una diferencia real entre la lectura y la escritura. Y si el lector no está escribiendo su propia historia al correr sobre las palabras que ha dejado el escritor, como quien corre sobre las viejas piedras que se asoman en la superficie de un lago. Porque posiblemente el escritor haya armado ese camino de piedras, al pasar sobre las que dejó algún otro.
imaginaria.com.ar
Libro de la vida con mariposas
28MAY
biblioabrazo
Un paseo por la historia de la literatura infantil y juvenil italiana
Aprovechando que Italia es el país invitado en la Feria del Libro de Madrid 2012 (verfirmas LIJ), voy a hacer un recorrido por las principales figuras literarias "lijeras" de dicho país hasta llegar a los más conocidos en la actualidad.
La bicicleta epipléjica
La bicicleta epipléjica
Edward Gorey
Ilustraciones del autor.
Traducción de Marcial Souto.
Barcelona-Madrid, Libros del Zorro Rojo, 2010.
Edward Gorey
Ilustraciones del autor.
Traducción de Marcial Souto.
Barcelona-Madrid, Libros del Zorro Rojo, 2010.
por Marcela Carranza
“Escribo de modo que, dado que dejo de lado la mayoría de las conexiones, y muy pocas cosas están claramente explicadas, pueda sentir que estoy haciendo un daño mínimo a las posibilidades que pudieran surgir en la mente del lector.”
Edward Gorey
Edward Gorey
Edward Gorey (1825-2000) es un artista que construye su obra a partir de la convivencia en la página entre la palabra y la imagen; un norteamericano de la segunda mitad del siglo XX que nos recuerda el siglo XIX británico en sus escenas, dramas y personajes; un artista cuyas ilustraciones en tinta se asemejan a los antiguos dibujos y grabados, remontándonos a Gustave Doré, John Tenniel o incluso Goya.
Sus libros no parecen libros para adultos, tampoco libros para niños. [...]
imaginaria
Yo confieso
–Padre, confieso que he pecado. El otro día…
–Cuenta, hija, cuenta.
–El otro día vi un partido de fútbol con mi hijo.
–Mujer, que ver la tele no es pecado. Que los lectores también lo hacen. ¡Y los escritores! Si no fuera por el secreto de confesión, si yo te contara…
–Lo sé, padre, lo sé. Pero no, que no era por la tele, que era en directo. Un partido en el colegio de mi hijo.
–El fútbol tampoco es pecado, que pareces una campaña institucional de fomento de la lectura de esas que da a elegir entre leer o ver la tele / hacer deporte / jugar a videojuegos / ser guay.
–Ya, padre, que no es eso, es que es mucho peor.
–Dime.
–Es que era un partido entre niños de Primaria de dos colegios distintos, y en el campo, entre todos aquellos canijos emergía como Goliat un árbitro cuarentón sobrado de carnes y falto de pelo: el árbitro. Y mientras corría de un lado a otro sudando la gota gorda, yo… yo…
–¿Sí?
–Yo… sentí lástima de él.
–¡Cielos!
–Ya. Lo confieso. Lo vi ahí, y me lo imaginé con menos años con sus aspiraciones de pitar en La Romareda, en el Bernabéu, en el Maracaná, ante cien mil espectadores, poniendo en su sitio -tarjeta va, tarjeta viene- a esos niñatos que cobran salarios de ocho dígitos. Y sin embargo, ahí estaba, rodeado de un montón de criaturas que apenas sabían distinguir un fuera de juego.
–¡Ah! ¡Tanto reclamar, tanto reclamar! Que si escribir para niños y jóvenes es tan importante o más que escribir para adultos, que si se merecen lo mejor, que si es aún más difícil escribir para ellos… ¡Pues no es poco difícil arbitrar un partido de esos! ¡Que un Mourinho es un gatito de peluche comparado con el padre de un aspirante a Messi que siente que no han tratado con justicia a su niño! ¿Y no se merecen esos pequeños futbolistas una recta justicia y un arbitraje profesional? ¿Eh? ¿Eh?
–Ya, padre, no me torture más, que no dejo de pensar en ello. Con la de veces que lo he dicho yo.
–Bueno, hija, en penitencia tendrás que leer diez veces el artículo Fútbol es fútbol de Jorge Gómez Soto.
–Ay, padre, que ya me lo he leído y me gusta mucho. Dígame otra cosa que me mortifique más.
–Pues… este fin de semana, a escuchar Carrusel deportivo.
–¿Entero, padre?
–Entero.
–Y sin hacer otra cosa mientras tanto, que nos conocemos.
–¡Ay, padre!
Libros recibidos
Ediciones Iamiqué
Telefax: (54 11) 4779 0809 / 4775 8677
Email: info@iamique.com.ar / ventas@iamique.com.ar
Web: www.iamique.com.ar
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Un paseo matemático por el museo. ¿Cómo se relacionan las matemáticas y el arte?
Grupo Majungmul (texto) y Yoon-Chu KIM (ilustraciones)
Adaptación de diseño: Javier Basile.
Traducción de Alejandro Kim.
Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2011. Colección MateCuentos.
“Una visita al museo permite descubrir cómo se relacionan las matemáticas y el arte. ¿Qué figuras planas utilizaba Kandinsky? ¿Cómo jugaba Picasso con los ángulos y las direcciones? ¿Cómo hacía Magritte para simular distancia y profundidad? Obras de grandes artistas sirven como excusa para aprender sobre puntos, líneas, planos, figuras, perspectiva, simetría y mucho más. Con divertidas actividades para poner en juego todo lo aprendido. Este libro, en su versión original en coreano, recibió una mención en el Bologna Ragazzi Award 2009.”
(Texto extraído de la contratapa del libro.)
Grupo Majungmul (texto) y Yoon-Chu KIM (ilustraciones)
Adaptación de diseño: Javier Basile.
Traducción de Alejandro Kim.
Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2011. Colección MateCuentos.
“Una visita al museo permite descubrir cómo se relacionan las matemáticas y el arte. ¿Qué figuras planas utilizaba Kandinsky? ¿Cómo jugaba Picasso con los ángulos y las direcciones? ¿Cómo hacía Magritte para simular distancia y profundidad? Obras de grandes artistas sirven como excusa para aprender sobre puntos, líneas, planos, figuras, perspectiva, simetría y mucho más. Con divertidas actividades para poner en juego todo lo aprendido. Este libro, en su versión original en coreano, recibió una mención en el Bologna Ragazzi Award 2009.”
(Texto extraído de la contratapa del libro.)
Vitamina, ¿dónde estás?Carla Baredes e Ileana LotersztainIlustraciones de Luciana Fernández.Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2012. Colección Pura vida.
“Imágenes divertidas y originales, construidas íntegramente con alimentos, invitan a descubrir qué son y para qué sirven las vitaminas. Una propuesta para que los más pequeños aprendan a alimentarse de forma variada y saludable.”
(Texto extraído de la contratapa del libro .)
“Imágenes divertidas y originales, construidas íntegramente con alimentos, invitan a descubrir qué son y para qué sirven las vitaminas. Una propuesta para que los más pequeños aprendan a alimentarse de forma variada y saludable.”
(Texto extraído de la contratapa del libro .)
Química hasta en la sopaSilvana Fucito e Ileana LotersztainIlustraciones de Pablo Picyk.Buenos Aires, Ediciones Iamiqué, 2011. Colección Sopa de Ciencias.
“¿En qué se parecen un lápiz y un diamante? ¿Cómo funciona el airbag? ¿Por qué se va el gas de las gaseosas? ¿Por qué lloramos cuando cortamos cebollas? ¿Qué tienen de especial las telas deportivas? La química está presente en gran parte de las actividades que haces a diario y es una disciplina fascinante. Acompaña a Silvana y a Marina en su ‘día a pura química’ y descúbrelo por ti mismo.”
(Texto extraído de la contratapa del libro .) [...}
“¿En qué se parecen un lápiz y un diamante? ¿Cómo funciona el airbag? ¿Por qué se va el gas de las gaseosas? ¿Por qué lloramos cuando cortamos cebollas? ¿Qué tienen de especial las telas deportivas? La química está presente en gran parte de las actividades que haces a diario y es una disciplina fascinante. Acompaña a Silvana y a Marina en su ‘día a pura química’ y descúbrelo por ti mismo.”
(Texto extraído de la contratapa del libro .) [...}
imaginaria
Maurice Sendak
i
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Una biblioteca para los niños del mundo childrenslibrary
Blog docente de lengua
El blog Memorias de la Vieja ha sido desarrolado por una docente de Lengua en Venezuela Dileyda Azuaje, para trabajar con sus alumnos en diferentes niveles. En Latinoamérica se están multiplicando este tipo de experiencia a partir de las políticas de reducción de la brecha digital que permiten acceder a tecnologías de comunicación a muchos niños.
Cuentos por teléfono
Autor: RODARI, Gianni
Ilustrador: URBERUAGA, Emilio
Ilustrador: URBERUAGA, Emilio
Se trata de una nueva edición de este clásico de la Literatura Infantil y Juvenil, cuya vigencia y actualidad no decae desde que en 1993 vio la luz por primera vez.
El título tiene que ver con las vicisitudes de un señor que se gana la vida como viajante de comercio y pasa seis días de la semana fuera de casa, y la exigencia de su pequeña hija, que no puede conciliar el sueño si su padre no le cuenta un cuento cada noche. libroabiertoTuerto, maldito y enamorado
Autora: HUERTAS, Rosa
Editorial: Edelvives, 2010
X Premio Alandar
Editorial: Edelvives, 2010
X Premio Alandar
Documentos de animación a la lectura cuadernodejorgepedrosa2
Nubes en los libros
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El secreto del huevo azul.
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Cadena de preguntas: Gonzalo Moure a Mónica Rodríguez
cadena-de-preguntas
Los Juegos del Hambre, Suzanne Collins
Últimamente están apareciendo bastantes títulos de ciencia-ficción para jóvenes; aunque no se publicitan abiertamente como novelas de ciencia-ficción, sino que se incluyen dentro del cajón de sastre de lo fantástico (que hay quien opina que son lo mismo, y hay quien opina que no), lo cierto es que muchas de ellas nos presentan futuros poco halagüeños o nos hablan de los peligros de alguna tecnología aún por desarrollar (otro día hablaré de la serie Uglies, una de mis favoritas). Hoy quiero reseñar Los Juegos del Hambre, uno de los títulos de ciencia-ficción juvenil publicados recientemente.
Se desarrolla en un futuro en el que los Estados Unidos han desaparecido como país,
lij-jg
Quizás mañana la palabra amor Jordi Sierra i Fabrade
Si te interesa entrar en materia, puedes leer AQUÍ el primer capítulo.
Todos los días, nuestro camino se cruza con el de personas a las que quizás no volvamos a ver jamás pero que, aun así, pueden cambiar nuestra vida para siempre. Para bien... y para mal.
¿Qué pasa cuando vuelves a encontrarlas?
Jordi Sierra i Fabra es uno de los autores más reconocidos de la literatura infantil y juvenil. Ha ganado numerosos premios a lo largo de su carrera literaria, entre ellos el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, el Premio de Novela Ciudad de Torrevieja o el Premio Gran Angular hasta en tres ocasiones.
Incluso, tiene su propio Premio, el Premio Jordi Sierra i Fabra de Literatura para Jóvenes, pero esta vez es él -a través de su Fundación- quien premia la creación literaria de jóvenes autores.
En Quizás mañana la palabra amor, el lector se reencontrará con los personajes que dan segundas oportunidades al amor, a la vida... con sentimientos universales como la rabia, el dolor, el odio, el miedo, la pasión... pero también con la esperanza, el amor, el mañana y la superación...
Incluso, tiene su propio Premio, el Premio Jordi Sierra i Fabra de Literatura para Jóvenes, pero esta vez es él -a través de su Fundación- quien premia la creación literaria de jóvenes autores.
En Quizás mañana la palabra amor, el lector se reencontrará con los personajes que dan segundas oportunidades al amor, a la vida... con sentimientos universales como la rabia, el dolor, el odio, el miedo, la pasión... pero también con la esperanza, el amor, el mañana y la superación...
Los instantes perfectos
Autora: ALONSO, Ana
Ilustraciones: ALLÉN, Raúl
Editorial : Oxford, 2.011
Páginas: 175
ISBN: 978-84-673-5414-0
Edad recomendada: A partir de 10 años
Ilustraciones: ALLÉN, Raúl
Editorial : Oxford, 2.011
Páginas: 175
ISBN: 978-84-673-5414-0
Edad recomendada: A partir de 10 años
Cuando sea mayor Cecilia quiere ser ladrona de guante blanco.
libroabierto
Flicts
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Palabras envenenadas
Esta obra recibió el Premio Edebé de Literatura Juvenil en 2010 y el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil en 2011. Ambos premios son bien merecidos. Maite Carranza ha escrito una obra densa, difícil, atrevida y, además, sobrecogedora.
El abuso de menores es un tema tabú que suele tratarse en determinadas circunstancias y, la mayoría de las veces, se pasa de puntillas por él, sobre todo en el campo de la literatura infantil y juvenil.APARTADO: ¡LOS 12 JR MÁS VENDIDOS! de
CONSULTA DE AUTORES NACIONALES Y EXTRANJEROS
Largo recorrido de
Con motivo de la aparición de una nueva novela
eltiramilla
Bolognaragazzi Award 2012de
El diario violeta de Carlota
Autora: LIENAS, Gemma
Publicación: Editorial El Aleph
ISBN: 978-84-7669-928-7
Público: de 14 en adelante
Publicación: Editorial El Aleph
ISBN: 978-84-7669-928-7
Público: de 14 en adelante
libroabierto
El tiempo lo cura todo, pero la memoria no abandona. de
Los extraordinarios secretos de April, May y June de Robin Benway de
Quizás mañana la palabra amor Jordi Sierra i Fabra
de
La absolución de Bourne Eric Van Lustbader
novelasypalomitas June SeventeenNovedades Abril 2012 eltemplodelasmilpuertas
Cien mil millones de poemas
Premio Barco de Vapor 2012: 'El secreto del huevo azul' papelenblanco
Pinin Carpi. La isla de los cuadrados mágicos.
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